Buena gente

lunes, 27 de marzo de 2017

Una tierra mítica. A mi buen amigo y gran naturalista; Carlos Rossi Cabrera



Hola a tod@s.
Cae la tarde en el Parque Natural de las sierras de Cazorla, Segura y las Villas. El viento marceño, mece la copa de los enormes pinos laricios, verdaderos centinelas arboreos de todo el parque. Las hermosas luces del ocaso, se proyectan sobre el gran farallón rocoso de Banderillas, montaña emblemática de este espacio natural. En sus cresterías aun perdura la nieve y sobre su inmensa pared pétrea, resuena la voz del Águila Real y el armonioso coro de las chovas piquirrojas. La luz del atardecer comienza a desvanecerse y los últimos rayos del sol, iluminan el rostro de una vieja Cabra Montes, que sobre unas peñas donde no hace mucho retumbaban los testarazos de los grandes machos, se deleita con el vuelo del mítico Quebrantahuesos. Mas abajo, en el valle, la neblina comienza a envolver al pantano del tranco. Si uno se detiene allí unos instantes a escuchar el silencio, con paciencia oirá el eco de antiguas luchas en sus arenas. Antaño escenario de grandes batallas durante la berrea, uno puede sentir en aquel lugar el espíritu del mismísimo Félix, que tantas jornadas dedicó a disfrutar de los grandes combates de los venados en aquel mágico sitio. Todo un placer para mi, el haber puesto la planta en uno de esos lugares donde siempre quise ir desde que era un niño. Sentir su energía, maravillarse con su fauna y con sus hermosísimos paisajes ha sido toda una experiencia. Una maravilla natural que he podido disfrutar de la mano de mi buen amigo Carlos Rossi Cabrera, verdadero discípulo, si se me permite la licencia, del gran Jose Antonio Valverde. Aprender de tu sabiduría ha sido fantástico. Mil gracias de nuevo Charly, no lo olvidaré jamás.
Buena semana a tod@s.
Saludos y que la naturaleza os guíe.




jueves, 23 de marzo de 2017

Elanio: Un sueño cumplido



Hola a tod@s.
Sin duda, que esta hermosa afición nuestra de fotografiar la naturaleza, nos deja multitud de sensaciones, nos deja multitud de emociones. El contacto directo con el medio, el sentirse parte viva de un ecosistema y el poder espiar sin ser visto, la vida de los animales salvajes es todo un placer, ya no solo para un amante de la fotografía, si no también para un amante de todo lo natural. Como digo, muchas son las sensaciones gratas y las satisfacciones
que da el fotografiar la vida salvaje. Pero entre ellas, por lo menos para mi, una de las más gratificantes es el poder fotografiar gracias a tus propios medios, a esa criatura con la que tanto tiempo has soñado. Yo no lo olvidaré jamás. Dos largos años de duro trabajo de campo, dos largos años intentando descubrirles, e intentando ubicarles en la campiña, hasta que por fin lo conseguí. La pequeña rapaz africana, el personaje níveo de la dehesa, que no sabe uno quizás, si tiene mas parte de ángel por su bellísimo y claro plumaje, o tiene mas parte de demonio por esos ojazos rojos, que son santo y seña de esta hermosa rapaz. Jamás olvidaré la primera vez en que esos ojos de fuego se cruzaron con los míos. Jamás olvidaré el momento en que tan penetrante mirada me dejó petrificado. Esos momentos en los que a uno se le olvida hasta el respirar. En los que no quiere ni pestañear por que teme que el leve roce de las pestañas espante a ese ser que tanto trabajo ha costado tener delante del objetivo. Para un profano en esto de la fotografía de naturaleza todo esto puede resultar exagerado, pero para todos aquellos que compartís mi afición y mi pasión, sabéis que nada como estar frente a frente, y mas aun si el encuentro se ha producido gracias a nuestro trabajo, con una rapaz tan extremadamente bella, diría yo, como el Elanio azul. Cuantas veces soñé yo con fotografiar los elanios, cuantas veces soñé con poder verlos, aunque solo fuera unos instantes através del visor de mi cámara. Momentos que no olvidaré mientras viva, momentos únicos que te enriquecen como persona y que quedan grabados a fuego, con el mismo fuego que desprenden los impresionantes ojos rojos de esta criatura, en lo más profundo del ser hasta el día en que uno deje ya de respirar.



 
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